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domingo, agosto 13, 2006

Diego Amador presenta 'Piano Jondo' en Calle 54



Donde la libertad es jonda


Martín Guijarro. Madrid, 21 de octubre de 2003
Fotos: Daniel Muñoz

'Piano jondo'. Diego Amador: piano y cante. Diego de Morao: guitarra. Bernardo Parrilla: violín. Miguel Vargas: contrabajo. Luis Amador: cajón. Club Calle 54. Madrid, 21 de octubre de 2003. 23 horas.


Diego Amador

Sale a escena solo, impecablemente vestido con levita negra, camisa blanca y botas; la melena rizada negra parapetando el rostro, reflejando los focos. Diego Amador toma asiento casi de espaldas a los comensales. Desde la mesa flamenca ya lo están jaleando; oles que pronuncian los labios de Tomate, de Diego el Cigala, de Bandolero... La primera toma de contacto con el marfil avanza, en tono de recogimiento, ese 'sui generis' modo de acometer la música, con una actitud entre flamenca y jazzera, de base autodidacta, que hace que el piano suene jondo y libre. Un respetuoso silencio vence al trajín de la cena de diseño. Y ello es de agradecer.

Ya acompañado por contrabajo y cajón, el hermano de los Pata Negra sobrevuela la soleá por bulerías. El piano lleva en el alma una guitarra y el pianista, un cantaor. El grupo calla y El Churri se raja la garganta, rematándose a sí mismo secamente sobre el teclado. A la señal responden todos los instrumentos, que hacen sonar el tema completo, compacto, rico. La siguiente embestida se inicia con un limpio diálogo entre el piano y el contrabajo. Tangos. Tema tarareable, muy canción. Y esos recortes y esos silencios... Del violín de Bernardo Parrilla se derraman melodías coloristas, recordándonos las que presta a la banda del tío Tomate. La percusión se ciñe a hacer base discretamente, ahora por tanguillos. El piano revolotea entre rudimentos de jazz y sonoridad flamenca. Música que embauca, que cuenta, que dice. Y de lo concreto a lo abstracto. Diego Amador se libera de toda atadura circunvalando la 'Seguiriya de pildorilla'. Bella paranoia capaz de dibujar imágenes propias de esa ebria 'Fantasía' de Disney... Imaginar. Abstraerse. Tensar. Intensificar. De Cage y otros demonios. De Dubuffet y otros entretenedores.

Diego amador

El cierre del primer pase se lleva a cabo en tierra, por bulerías de potente planta, de autoritarias melodías. Jondo, jondo, ese piano que rasguea... A la vuelta del descanso, tras el ir y venir de compañeros hacia el camerino y de platos y copas rumbo a las mesas, el pianista ya no es pianista. Metamorfosis. Diego Amador vuelve siendo cantaor, sentado al lado de una guitarra, la de Diego de Morao. Acurrucado por el toque prematuramente maduro del hijo de Moraíto, se desgarra por levante, remetido, 'acamaronao'. A la reunión se suma el cajón. Y el trío repasa la tradición tanguera con todo el 'swing' que ello conlleva. Que la feria de La Línea, que el sereno de mi calle, que el alcalde mayor... Si el cantaor sorprende, tanto monta el tocaor, de cuyas virguerías sobre las seis cuerdas no pierden ojo propios y extraños. Exhibiendo jerezanía, acompaña al cante hacia la bulería. El cante que se remete, el toque que va por delante sin dejar de mirar atrás. "No me cantes cigarra, apaga tu sonsonete...". Camarón de la Isla está en las pupilas de Tomate.

Diego Amador vuelve a tomar asiento ante el piano, no sin antes presentar a la compañía, subrayando que "es un honor tener aquí a estos dos grandes bichos como invitados: Diego de Morao y Bernardo Parrilla". La guitarra vestida de piano quiere bailar otra vez a ritmo de 3 por 4. Temazo potente, dinámico, hecho para ser colectivo. Diego de Morao, escuchante, colándose por toda rendija. Otro Diego, El Cigala, jalea. Ole. Ole. Crescendo hacia ese lugar donde la libertad es jonda, donde cabe ponerse de pie y pisar las tripas de la cola con una baqueta, donde entra una pincelada del 'Caravan', donde impera lo rítmico, donde se puede ser salvaje y desmelenado y desparramado, pues se es tan libre que no hay tapujos para mostrar dónde reside la jondura de cada uno. Esta es la de Diego Amador.


Diego Amador

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