Por Alberto Piquero:
Información Recopilada de ElComercioDigital:
http://www.elcomerciodigital.com/prensa/20061113/portada/michel-cam...
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Tomatito y Michel Camilo pusieron un broche de oro al Festival de Gijón, convirtiendo la guitarra en piano y el teclado en trastes y acordes llenos de hondura
Ha contado el excelentísimo pianista dominicano, Michel Camilo, que mientras su madre le llevaba en el vientre, escuchaba música de Mozart. La historia es anterior al Bach caribeño de Emilio Aragón. Pero nos explica las mismas cosas. Que definitivamente las claves de sol se ramifican por doquier y que tampoco hay fronteras entre los clásicos y los modernos. Ni entre el jazz y el flamenco, que fue la excepcional velada que ayer clausuró el Festival de Jazz de Gijón, con Michel Camilo y Tomatito, el guitarrista que acompañó a Camarón durante 18 años.
El caso de Tomatito, José Fernández Torres, nacido en Almería en 1958 y con la casta de quien es hijo y nieto de músicos a los que se identificó como 'El Tomate', también tiene tela. A los diez años ya se había presentado en la Peña El Taranto y bordaba las composiciones de Paco de Lucía.
Así que, de algún modo, el encuentro entre ambos músicos, que arranca en 1997 y en 2000 produjo el disco, 'Spain', estaba cantado, si me permiten ponerle letra al destino. 'Spain' estuvo en la base de su recital de ayer, a la que sumaron su última producción.
Al lado de Tomatito, el piano de Michel Camilo suena igual de poderoso que en 'Calle 54' con su trío, donde lo recogió Fernando Trueba. Y es completamente distinto. Milagros del arte, que alguna vez el dominicano adjudicó a su afinadora, Bárbara Renner, pero que más allá de la humildad, adquieren esta policromía esplendorosa en unas manos que no leen los pentagramas, sino que los sienten y los hacen suyos.
Con Tomatito sucede algo de lo mismo. Cuando falleció Camarón, nadie quería cantar con él a la sombra del mito desaparecido, salvo Enrique Morente y dos o tres más. Y continúa desalambrando el cordaje con idéntica 'jondura' a la que lo hacía junto a José Monge Cruz, al tiempo que lo renueva y le otorga la vida fresca del encuentro con el teclado jazzístico.
A estas armonías las llamamos fusión. Michel Camilo prefiere denominarlas mestizaje, al que se asoman por igual Chopin, el cubano Ernesto Lecuona o la raza gitana que les impregna a ambos sin que distingamos los costados. «¿Qué arte!», se gritó desde las gradas altas, aunque también es verdad que había muchos más payos que gitanos.
Ovación como saludo
Que se les esperaba con gran expectación, lo demostró la ovación que les recibió antes de que sonaran los primeros acordes. Inmediatamente, Michel Camilo se arrancó por palmas y los dos instrumentos se pusieron a dialogar, duplicando las notas o alternándose en la ejecución.
Un deleite, que hacía cerrar los ojos a Tomatito cuando escuchaba el teclado del autor de 'Why not!', y que a la viceversa ponía una sonrisa respladeciente en el rostro de Michel Camilo al disfrutar de los alambiques en los trastes de José.
Nadie podría decir cuál de los dos es más grande, ni eso es lo que importó al público del Jovellanos que anoche cubrió el patio de butacas y las gradas superiores. El piano se hizo guitarra; el ragtime, flamenco, y la emoción embargó a todos. Hubo más jazz. Fue en el Parque del Piles, con la Wagon Cooking Electric Band.
El caso de Tomatito, José Fernández Torres, nacido en Almería en 1958 y con la casta de quien es hijo y nieto de músicos a los que se identificó como 'El Tomate', también tiene tela. A los diez años ya se había presentado en la Peña El Taranto y bordaba las composiciones de Paco de Lucía.
Así que, de algún modo, el encuentro entre ambos músicos, que arranca en 1997 y en 2000 produjo el disco, 'Spain', estaba cantado, si me permiten ponerle letra al destino. 'Spain' estuvo en la base de su recital de ayer, a la que sumaron su última producción.
Al lado de Tomatito, el piano de Michel Camilo suena igual de poderoso que en 'Calle 54' con su trío, donde lo recogió Fernando Trueba. Y es completamente distinto. Milagros del arte, que alguna vez el dominicano adjudicó a su afinadora, Bárbara Renner, pero que más allá de la humildad, adquieren esta policromía esplendorosa en unas manos que no leen los pentagramas, sino que los sienten y los hacen suyos.
Con Tomatito sucede algo de lo mismo. Cuando falleció Camarón, nadie quería cantar con él a la sombra del mito desaparecido, salvo Enrique Morente y dos o tres más. Y continúa desalambrando el cordaje con idéntica 'jondura' a la que lo hacía junto a José Monge Cruz, al tiempo que lo renueva y le otorga la vida fresca del encuentro con el teclado jazzístico.
A estas armonías las llamamos fusión. Michel Camilo prefiere denominarlas mestizaje, al que se asoman por igual Chopin, el cubano Ernesto Lecuona o la raza gitana que les impregna a ambos sin que distingamos los costados. «¿Qué arte!», se gritó desde las gradas altas, aunque también es verdad que había muchos más payos que gitanos.
Ovación como saludo
Que se les esperaba con gran expectación, lo demostró la ovación que les recibió antes de que sonaran los primeros acordes. Inmediatamente, Michel Camilo se arrancó por palmas y los dos instrumentos se pusieron a dialogar, duplicando las notas o alternándose en la ejecución.
Un deleite, que hacía cerrar los ojos a Tomatito cuando escuchaba el teclado del autor de 'Why not!', y que a la viceversa ponía una sonrisa respladeciente en el rostro de Michel Camilo al disfrutar de los alambiques en los trastes de José.
Nadie podría decir cuál de los dos es más grande, ni eso es lo que importó al público del Jovellanos que anoche cubrió el patio de butacas y las gradas superiores. El piano se hizo guitarra; el ragtime, flamenco, y la emoción embargó a todos. Hubo más jazz. Fue en el Parque del Piles, con la Wagon Cooking Electric Band.
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