Por Alberto Piquero
Información Recopilada de ElComercioDigital:
http://www.elcomerciodigital.com/prensa/20061112/so...
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El Jovellanos agotó las entradas para escuchar la música trepidante de The Kenny Garret Quartet, que ofreció un concierto lleno de virtuosismo instrumental
En víspera de la clausura de lujo que protagonizan hoy Michel Camilo y Tomatito, la presencia en la velada de ayer del saxofonista Kenny Garret vino a confirmar que la variedad del programa del Festival de Jazz de Gijón es una de sus características encomiables. Bossa nova, samba, melodías de los años 30 o la fusión del cancionero tradicional asturiano con la música de vanguardia, han ido compareciendo en las tablas del Teatro Jovellanos dejando el buen gusto de la pluralidad de tendencias que hoy prima en el panorama musical. Y ello sin extender la apreciación a la oferta complementaria que también puso sus vibraciones en el Parque del Piles.
Kenny Garret, oriundo de la fabril y automovilística ciudad de Detroit, donde nació en 1960, llegaba precedido por la opinión de los críticos que le adjudican especiales habilidades en el 'staccato' -abreviatura de la notación a la mitad de su duración convencional- y por sus colaboraciones con algunas de las leyendas del jazz, como Miles Davis, el creador del 'cool', o Quince Jones, arreglista de Lionel Hampton o Frank Sinatra y compositor de la banda musical de 'El color púrpura', la película de Spielberg. Quiere decirse que la aureola era inconfundible, aunque a veces el brillo de los grandes nombres ponga una cierta penumbra en los de sus acompañantes.
Kenny Garret posee luz propia, se maneja con una energía singular, en la que la velocidad de la ejecución no resta un ápice a la puntualidad del sonido, encorvándose sobre la boquilla o arqueándose en circunferencia inversa.
Sin duda, contribuyen de manera excelente sus apoyos, el batería Jamire Williams, un portento delgadito con lentes intelectuales y cabellera afro, que lo primero que hizo fue arremangarse -de los solos que se acostumbran a realizar con la percusión en cada sesión, él hizo todo un recital-; el contrabajo de Kris Fun, juntando las manos sobre los trastes en prodigiosos agudos, y el piano de Benito González, quien logra que las líneas rectas sean onduladas. Proporcionaron una alegría llena de complicidad que inundó y contagió al patio de butacas, que en esta ocasión se llenó por completo.
Se dice que la vivacidad es el don de Kenny Garret y lo que se quiere decir es ritmo trepidante, dedos alados, embriaguez luminosa que no deja resaca.
Puro vértigo.
Kenny Garret, oriundo de la fabril y automovilística ciudad de Detroit, donde nació en 1960, llegaba precedido por la opinión de los críticos que le adjudican especiales habilidades en el 'staccato' -abreviatura de la notación a la mitad de su duración convencional- y por sus colaboraciones con algunas de las leyendas del jazz, como Miles Davis, el creador del 'cool', o Quince Jones, arreglista de Lionel Hampton o Frank Sinatra y compositor de la banda musical de 'El color púrpura', la película de Spielberg. Quiere decirse que la aureola era inconfundible, aunque a veces el brillo de los grandes nombres ponga una cierta penumbra en los de sus acompañantes.
Kenny Garret posee luz propia, se maneja con una energía singular, en la que la velocidad de la ejecución no resta un ápice a la puntualidad del sonido, encorvándose sobre la boquilla o arqueándose en circunferencia inversa.
Sin duda, contribuyen de manera excelente sus apoyos, el batería Jamire Williams, un portento delgadito con lentes intelectuales y cabellera afro, que lo primero que hizo fue arremangarse -de los solos que se acostumbran a realizar con la percusión en cada sesión, él hizo todo un recital-; el contrabajo de Kris Fun, juntando las manos sobre los trastes en prodigiosos agudos, y el piano de Benito González, quien logra que las líneas rectas sean onduladas. Proporcionaron una alegría llena de complicidad que inundó y contagió al patio de butacas, que en esta ocasión se llenó por completo.
Se dice que la vivacidad es el don de Kenny Garret y lo que se quiere decir es ritmo trepidante, dedos alados, embriaguez luminosa que no deja resaca.
Puro vértigo.
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